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Foto del escritorOlga Kobékina

La curiosidad del intrépido intérprete


El entorno del compositor, sus alegrías y dramas personales, sus profesores y la formación

musical que recibió, tienen influencia directa sobre su música. Y luego, en la búsqueda de un

camino propio, los compositores adaptaban algunas ideas que encontraban en la historia del

arte, en las vivencias de otros creadores y en las conversaciones con los artistas contemporáneos.


A veces olvidamos que el compositor no es el retrato de un libro, o alguien muy lejano e

incomprensible. Es o fue, un ser humano con su historia personal, por lo tanto, le afectan las

mismas cosas que a un individuo de cualquier época. Lo que le destaca entre los demás, es su

capacidad de convertir sus experiencias emocionales y conocimientos musicales en un mundo

sonoro.


Parte de su trabajo es la inspiración, otra: “saber hacer” la labor de un artesano que ubica las ideas en un modelo comprensible para la época. Mientras dura la “producción”, el Maestro no se relaciona con el resto del mundo con normalidad.


Escucha más lo que suena en su cabeza, que a las personas y acontecimientos que lo rodean. La intensidad de este trabajo creativo le puede convertir en una persona aislada y solitaria, por lo menos, mientras dura el proceso de composición de la obra.

Los grandes compositores dejaron muchas pistas sobre cada etapa de su trabajo, por ejemplo, en algunas cartas personales, dirigidas a familiares o amigos. Era un modo de compartir nuevas ideas, discutir sus criterios o encontrar un apoyo emocional en el complicado proceso creativo.

En otros casos, tenemos testimonios escritos de la gente cercana al compositor, lo que nos aporta unas visiones sobre cómo trabajaban los genios de la música clásica.

 

Pero un libro en concreto nos desvela la vida más íntima de los diversos creadores musicales: ”Mi ángel, mi todo, mi yo”, que es una recopilación cartas de amor de los grandes compositores hecha por Kurt Pahlen. Aquí no hablan de sus obras, pero nos permiten conocerlos de la manera más intensa y emocional. El nacimiento de una pasión, en muchos casos, ha sido la principal inspiración para crear algunas de las obras más apasionantes de la historia de la música.

 

Lo interesante es que no existe un única manera o modelo de componer, e igualmente, las fuentes de inspiración pueden ser infinitas.




Todo está compuesto pero aún no está escrito


Sabemos que Mozart muchas veces tenía sus obras en la cabeza sin escribir la partitura. Le costaba trabajo sentarse y apuntar la nueva composición para que los músicos la pudieran interpretar. En una de las cartas dice: todo está compuesto pero aún no está escrito. Sus bocetos musicales tienen apuntada la voz melódica con el bajo, sin las voces intermedias, que las dejaba para escribir directamente en la versión final.


El joven genio siempre componía utilizando el piano. Pero curiosamente entre los esbozos que se conoce no existen apuntes para las obras de piano solo. Parece que las escribía directamente a limpio. Podemos imaginar que su gran capacidad de improvisación, la increíble memoria y el dominio absoluto del instrumento convertían la composición para piano en algo fácil y claro.


Se inspiraba en las ideas de los grandes dramaturgos de su época, y desde la composición de su primera ópera (que compuso con solo 11 años) su música siempre tienen presente la influencia teatral. Es absolutamente imprescindible conocer la película “Amadeus” del director Miloš Forman, basada en la historia de la vida de Mozart.


Fotograma de Amadeus (Milos Forman, 1984)


Como la mayoría de las películas sobre la vida de grandes genios, mezcla la realidad con algunas leyendas, lo que una vez más nos despertará la curiosidad de buscar información más detallada.


La vida musical de Beethoven fue amenazada por su sordera. Como consigue un joven compositor seguir trabajando, como escucha lo que plantea en sus obras? El cine nos retrató su figura en varias ocasiones, como en “Copying Beethoven” de la directora Agnieszka Holland o “Amor inmortal” del director Bernard Rose. Otros dos ejemplos de una genial fusión de la realidad con el mito.


Fotograma de Amor Immortal (Bernard Rose, 1995)

Fotograma de Copying Beethoven (Agnieszka Holland, 2006)


Y para aquellos que disfrutáis de la lectura y os interesa su música, os invito a leer la novela “La décima sinfonía” de Joseph Gelinek o el libro de investigación de Martin Russell “El cabello de Beethoven”.


Oír las notas de un pastor egipcio


Cuando hablamos de una inspiración pura y poética, nombramos a otro genio: Claude Debussy. En una carta personal desvela su fuente de la inspiración y critica a los músicos contemporáneos, que escuchan y estudian solo la música “escrita por manos diestras” y no la que se encuentra en la naturaleza.


Comenta que prefiere oír las notas de un pastor egipcio, que forma parte de un paisaje y conoce las armonías ignoradas en nuestros tratados. El maestro del impresionismo musical nos aconseja buscar la disciplina en la libertad y la absoluta inspiración en el viento que pasa y nos narra la historia del mundo.


Paris de finales del siglo XIX y principios del XX es una ciudad llena de tendencias culturales

diversas. Si tocáis alguna obra impresionista os propongo descubrir la belleza y variedad de ideas creativas de aquellos tiempos.


“Desde el molino” de Santiago Rusiñol reúne varios artículos con impresiones sobre un viaje a Paris, bohemio y lleno de nuevas tendencias artísticas. Una brillante exposición organizada por la Fundación “La Caixa” en CaixaForum “Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre” deja un testimonio de la versátil época, que aún da mucho que hablar. Se editó un catálogo y se puede encontrar vídeos de la exposición que muestran un bonito resumen.

Cartel de la exposición "Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre"


Los procesos de trabajo de un compositor y un intérprete son opuestos.


El creador tiene una idea, un impulso para crear una obra nueva. A veces es un tema, un apunte, que aún no tiene nombre ni pretensión de ser una sonata, un cuarteto o una obra sinfónica. O quizás, una idea más global, de intenso contenido, emocional.


Beethoven, Prokofiev, Stravinsky y otros muchos, tenían su “ banco de ideas”: apuntes rápidos de temas musicales, harmonia y tipo de desarrollo que les parecía valioso, etc. En el momento de escribir, completar alguna obra, o hacer un encargo, buscaban en este material. Y a partir de este momento, comenzaba el proceso de plasmar su nueva creación en detalles. Se le dará una forma y una estructura lógica. Le añadirán elementos que busquen la máxima fuerza expresiva.


Digamos, que después del primer impulso comienza el trabajo del maestro y artesano, que sabe cómo modelar la materia creativa. En el momento de escribir una versión definitiva, el compositor pensará y revisará al detalle todo tipo de indicaciones, que permitirá al intérprete entender la obra.

Por cierto, dicen que Frédéric Chopin sufría muchísimo en este momento de apuntar su música. Le parecía imposible escribir en papel todo lo que soñaba o escuchaba en su cabeza. El proceso de registro de las ideas musicales le provocaba

ansiedad y lágrimas.


Un libro imprescindible para los amantes de su obra es “Un invierno en Mallorca” escrito por su amante y escritora George Sand.







El labor de un intérprete es justo al revés. Tendrá delante una partitura con indicaciones simbólicas, como tempo, dinámicas, articulaciones y todo tipo de apuntes de lenguaje musical común. Alguna vez encontrará algo más específico, como una frase del autor, puntualizando la

sonoridad o el contenido de una parte de la obra. El aprendizaje de las notas y el intento de aplicar todas las indicaciones con precisión ocupa bastante tiempo. Cuando se trata de un alumno, la lectura puede convertirse en un proceso interminable y un absoluto objetivo de

trabajo. Y es una auténtica pena.


Si un profesor consigue ayudar a un alumno traspasar la barrera de la lectura y salir a un nuevo nivel, allá donde comienza la interpretación, las dos partes implicadas, el alumno y el profesor, se sienten más felices. Porque lo más bonito y lo más fuerte de ser músico es entrar en el mundo de la creación interpretativa. Es allí donde coinciden las esperanzas del compositor con la realidad del intérprete.

Y es en este momento, en el que abordamos la interpretación, que se hace imprescindible la

investigación del contexto cultural en el que se creó la obra y los criterios musicales del propio

compositor. Quizá ya conocéis las ideas de su música, pero la búsqueda de información os dará

un enfoque distinto para la lectura de la partitura que tenéis delante.


No se puede entender la música de piano de Tchaikovsky o de Mozart sin conocer sus óperas o su música sinfónica. A veces la obra instrumental es un campo de preparación de otros proyectos más ambiciosos, otras veces, en cambio, completa o reflexiona sobre ideas que se realizaron ya.


Nuestra vida diaria es bastante mecánica y a veces no es fácil sacarnos de un contexto de pensamiento rutinario. Quizá una sala de concierto o un escenario de teatro musical es un buen lugar para desviarnos de nuestra aburrida realidad y despertar en nuestra percepción una emoción inquietante, una idea nueva, un modo de escuchar diferente.

Cuando un compositor plantea un diálogo con su público, y cuando aquello, que está escrito en un papel, consigue, por medio de un intérprete, crear un campo de “atracción musical y emocional“, se produce un momento inolvidable para todos los participantes. Y cuando más profundo es el conocimiento del intérprete sobre la obra y el compositor que interpreta, más convincente es el mensaje para el oyente.


Así que espero despertar vuestra curiosidad y que de ahora en adelante, os animéis a buscar información sobre las obras y compositores que escucháis o interpretáis. Estoy segura que el resultado os va a sorprender.

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